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Garganta del Diablo

Un lugar para visitar

Es necesario del lado argentino

Debemos ir sin grupo y por mucho tiempo

La energía de una cascada es algo

Super vistas

La suspensión de agua se eleva y todo está mojado: tuve que limpiar la óptica

Para ir del tren por unos 15 minutos.

En el estacionamiento hay una cafetería, cerveza, jugos y todo.


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Parque Nacional Los Glaciares


Parque Nacional Los Glaciares


La emoción de viajar en un glaciar. Muy bonito lugar. En un clima bueno y menos ventoso, probablemente pueda pasar todo el día allí, caminando por los senderos, subiendo a las secciones más remotas o, por el contrario, cerca del glaciar. La entrada al parque es de pago, y es recomendable llegar en transporte propio y no en autobús. Paisajes de impresionante belleza, encantadores glaciares y lagos, deliciosas aguas de ríos de montaña, un fabuloso bosque y viento. Y todo está aquí)

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Cataratas del Iguazú


Para ver y comprender el poder y el encanto de las cascadas, debe visitarlas desde el lado argentino. Vea y escuche cómo una gran corriente se rompe desde una altura de setenta metros. Vea en las inmediaciones otras cascadas menos poderosas, pero no menos impresionantes. En todo este encanto hay una desventaja: muchos, muchos turistas.

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https://avalanches.com/ar/buenosaires_la_otra_planificacin_es_posible5090123_23_11_2022

La Otra Planificación: ¿Es Posible?


Para quienes participan de eventos de participación pública en temas de planificación territorial y obras públicas, la conclusión al diagnóstico de múltiples males es sencillamente la "falta planificación", la cual es repetida en forma remanido, indistintamente de que se trate de proyectos en ciudades ricas o pobres, no importa la geografía o la cultura. No importa que se trate de explicar por qué la gente no accede al agua potable, las cloacas, el déficit habitacional, la reducción de riesgos de desastres, el crecimiento de la contaminación o las causas del cambio climático, siempre la ausencia de la planificación aparece como el gran culpable de todos los males. Para quien estudió planificación urbana y regional en los ´90s, cuando la planificación era denostada igualmente como la culpable prácticamente de todos los males, la ingenuidad en torno a la idea de que de la noche a la mañana el estado pueda resolver los problemas de producción y gestión del hábitat genera como mínimo, inquietud. Es que en verdad, la mayoría de los problemas urbanos no pasan realmente por las virtudes o defectos de la planificación territorial, sino por las verdaderas intenciones de los actores claves que llevan adelante tanto planes como marcos regulatorios. En otras palabras, la ausencia de planes puede no ser producto de ignorancia, sino precisamente resultado de una intención premeditada de evitar que actividades altamente rentables puedan dejar de serlo ante la irrupción de marcos regulatorios que generen mecanismos efectivos de justicia espacial.


Después de muchas idas y vueltas en la Argentina y en América Latina el enamoramiento con la planificación territorial llevó a empoderar su vocación heroica de derrotar la especulación inmobiliaria, la destrucción de los recursos vitales para la vida humana sobre el planeta y con la justicia socio-espacial. Pero una vez decantado el entusiasmo cabe preguntarse si esta forma de planificación es realmente posible. Una planificación que imponga reglas claras al progreso en un contexto de desigualdad creciente. Un sistema justo que establezca actividades, sectores industriales que pueden usufructuar los escasos recursos del planeta ante la falta de consenso entre naciones. Una planificación que, respetuosa del medio ambiente y la idiosincrasia y cultura local, priorice la construcción de infraestructuras verdes y azules por sobre las grises. Una planificación que intervenga en la promoción de los sectores más vulnerables de la sociedad para incluirlos en procesos de integración a la ciudad y a los territorios, a pesar de las mezquindades de los sectores más poderosos.



Estas dos formas de planificación, la noble e idealista que resuelve los problemas con justicia socio-espacial, frente a la otra, tramposa e hipócrita, más vinculada a legitimar los intereses particulares tanto de funcionarios públicos como empresas privadas, muchas veces son confundidas. Y en la confusión los enfoques, teorías y metodologías de ambas tienden a deslegitimarse mutuamente. Por ejemplo, aquellos vecinos que esperaban procesos transparentes y participativos para decidir si un barrio puede albergar edificios en altura, en línea con los postulados internacionales de la "Nueva Agenda Urbana" de densificar la ciudad, y los dictados del sentido común que indican que es mejor verticalizar el desarrollo urbano antes que extenderlo en horizontal al infinito, quedándonos así muy pronto sin planeta, dada la notables huellas de las metrópolis mundiales, cuando efectivamente ocurren suelen sentirse decepcionados porque contrariamente a lo que esperaban, la planificación promovió la construcción en torres en sus barrios. Igualmente es difícil de digerir para un intendente virtuoso que se ocupó seria y profesionalmente de sus vecinos sin vivienda mal alojados en barrios populares, que todos sus esfuerzos para "cazar" fondos de la provincia y la nación para el mejoramiento barrial termine siendo castigado en las urnas por los otros vecinos descontentos con el balance de su gestión. En ambos ejemplos se trata de vecinos y dirigentes bien intencionados: ¿qué podríamos esperar de aquellos que no lo son tanto? o al menos de aquellos que tienen prioridades claramente diferentes al resto de los mortales. Para quienes tienen cierta experiencia en la gestión pública es bastante claro que asfaltar una calle o cortar una cinta de inauguración de una escuela, un centro de salud o una vivienda es mucho más que satisfacer necesidades básicas de la población y que en realidad se trata inevitablemente de una forma muy concreta de obtener votos, legitimando el mandato de la ciudadanía, independientemente del marco ideológico en el que esto ocurra. Para muchos ciudadanos, esta realidad tan obvia pone en tela de juicio la legitimidad de los planes como ordenadores y articuladores de las necesidades y prioridades de la población con su materialización a partir de los recursos materiales y normativos disponibles. En otras palabras, paulatinamente se reemplaza la idea del planeamiento heroico al que hay que defender por el planeamiento coimero al servicio de intereses espurios al que hay que combatir y de ser posible reducir a su mínima expresión.


Ante este estado de situación cabe preguntarse sobre la viabilidad de planificar territorios en los que todos sabemos que existen desigualdades profundas de todo tipo, en los que la precariedad y el deterioro son procesos que se aceleran de día en día y que los factores de cambio climático y crisis del ambiente a nivel planetaria avizora que todo ira peor y que hoy como nunca en el pasado la supervivencia humana depende precisamente de la planificación. Los valores de la democracia nos invitan a pensar en que será la planificación territorial participativa la que permitirá empoderar comunidades haciéndolas de este modo más resilientes o capaces de adaptarse a los grandes cambios que se avecinan, pero la velocidad de los acontecimientos añadido a inquietantes señales de desinterés en dicha construcción de enormes sectores de nuestra sociedad invitan también a pensar en estrategias de aceleración de una conciencia global en torno a la importancia de planificar los recursos naturales para el uso y usufructo de la humanidad en su conjunto y a escala nacional, volver a pensar las fronteras de cada país y la forma de distribuir su territorio soberano entre quienes lo habitan.



Una planificación territorial realista y viable, sin perder su prestigio de promotor del bien pública y ética de impartir justicia requiere ser de conocimiento público. Difícilmente las gentes de ningún país, pueblo o ciudad, cuanto menos de una metrópolis en la que nadie se conoce entre sí y todos desconfían de todos, defiendan y demanden algo que en verdad no conozcan. Por esa razón es que es tan importante popularizar la lógica, enfoques y "modus operandi" de la planificación, no como trofeo de campaña para ganar elecciones, sino como recurso que permita medir la eficiencia y eficacia de las gestiones. Si la gente supiera que esos planes con las que son definidas las normas que les ponen límites a lo que pueden hacer y no hacer en sus territorios o en verdad están al servicio de sus intereses, tales como protegerles y promover su prosperidad, muy distinta sería la historia de nuestras ciudades. No se trata de aprender tecnicismos o formar académicamente mejor a la población, sino que fundamentalmente se trata de un problema de comunicación asertiva que convenza a las comunidades respecto a la visión de lo que se quiere alcanzar. Y en este punto, a pesar de los miles de talleres de visión que se vienen desarrollando en todo el mundo, paradójicamente pocos municipios tienen definidos una visión de su desarrollo territorial explícitamente vinculado al desarrollo socio-económico. Al contrario, la mayoría tiene visiones ideales en lo territorial que nunca se implementan que contrastan fuertemente con ausencia de planes generales ante iniciativas privadas muy concretas de establecimiento de actividades generadoras de grandes rentas a expensa del deterioro social y ambiental del resto de la sociedad. En esta dicotomía puede advertirse nuevamente la racionalidad de personificar a los planes y la planificación como responsables del desacople. Se demanda a la planificación territorial a intervenir en la reproducción de círculos viciosos de pobreza y marginalidad, pero segregándola de decisiones claves del desarrollo económico y social en los territorios.


La cuestión comentada aquí es que la viabilidad de la planificación depende en buena medida de su capacidad de incidir en los modelos de desarrollo social y económico. Y esto no solo implica que tenga una incidencia a nivel nacional, provincial y municipal, sino también a nivel multidisciplinario pues claramente no se trata solo de transformar la dimensión física del territorio sino necesariamente también lo social, lo económico y lo cultural. Es decir que, para que un plan sea viable necesariamente necesita ser multidisciplinario, multiescalar e integral. No solo dice que hay que hacer, sino también donde, cuando y quien debería hacerlo, con que recursos y como se financia en el tiempo. Y una vez resuelto todo eso, debe comunicar en forma sencilla y directa lo que el plan se propone, a quienes representa y la visión que propone del territorio deseado, al menos de deseado por los actores que promueven el plan. El plan nunca debe ser un producto privado o al servicio de individuos o de conglomerado de intereses, sino que debe ser transparente, abierto y atractor de nuevos actores, en un proceso de suma de voluntades no por acuerdos trasnochados y oportunistas, sino por la conveniencia y beneficio de muchos. Los plan deberían ser obligación de confeccionarse y actualizarse en todos los municipios latinoamericanos ya que de ellos dependen en buena medida el impacto de las obras públicas, las calles por las que todos los días circulamos, las escuelas y hospitales a los que acuden nuestros hijos y padres y la protección del ambiente que no podrá gozar nuestra descendencia si no actuamos rápidamente.

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https://avalanches.com/ar/buenos_aires_en_argentina_el_presentador_de_televisin_confundi_al_clebre_poeta_1685677_31_05_2021

Sin embargo, la conductora del canal de televisión argentino "Canal 26" Noelia Novillo lo confundió con el dramaturgo inglés.


En un comunicado de prensa del canal, Novillo anunció que "uno de los escritores en inglés más importantes", William Shakespeare, había muerto cinco meses después de ser vacunado contra el COVID-19.

“Tenemos noticias para ti que nos dejaron atónitos a todos, dada la grandeza de este hombre. Estamos hablando de William Shakespeare y su muerte ... Como todos sabemos, es uno de los escritores más importantes en inglés, para mí, un maestro. Fue la primera persona en recibir la vacuna contra el coronavirus. Murió en Inglaterra a la edad de 81 años ”, dijo Novillo.

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